martes, 7 de octubre de 2008

Chile, la alegría ya NO viene”

A veinte años desde que Chile dijo "NO" a
Pinochet

Por: J.R Cárcamo, Valparaíso, Chile


La intención de este artículo no es conmemorar un hecho. Esto de ninguna manera significa celebrar el hecho en referencia. Conmemorar es recordar hablando de aquello que está en la memoria individual y colectiva, en la condición de haber sido testigo y actor de ese hecho.


Gran parte de la década de los años 70’ y 80’ se encontraba Chile bajo una dictadura militar, instaurada el 11 de septiembre de 1973, luego de una severa crisis institucional y un golpe de Estado que puso fin violentamente al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. A la cabeza de ese gobierno de facto quedaba quien era en ese momento el comandante en Jefe del Ejército, el general Augusto Pinochet. Comenzó entonces en Chile la persecución sistemática de quienes eran partidarios del gobierno de la Unidad Popular, lo que se tradujo en las violaciones más sangrientas de los derechos humanos de nuestra historia. La violación de estos derechos se expresó a través de torturas, desapariciones de personas, asesinatos, allanamientos ilegales y que afectó a miles de chilenos que anhelaban una nación libre. Muchos miles incluso optaron por el exilio para sobrevivir.


A pesar del uso sistemático de la fuerza por los militares para mantenerse en el poder, un número importante de chilenos comunes y corrientes arriesgó sus vidas y comenzó a manifestarse en contra de la crítica situación política, social y económica. 1983 se convierte en el año crucial, pues se hace visible el descontento nacional por medio de paros, masivas protestas callejeras, y acciones violentas de algunos que veían en las armas la única alternativa para derrocar a Pinochet. Nacía el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, como una respuesta armada a la acción sin contrapeso de los militares, que tomaba el nombre y el ejemplo de aquel patriota legendario de Chile en la lucha por la independencia en contra de España, a partir de 1810.


Junto con esta movilización social un grupo de partidos políticos opositores al régimen comenzó a unir fuerzas para restituir la democracia en Chile. Así nacen a partir de 1983 una serie de alianzas políticas que buscaban por este medio restaurar la democracia perdida, pero dentro de las reglas y del espacio que les brindaba la dictadura. La convergencia de la mayoría de estos partidos a fines de la década de los ochenta dio origen a la Concertación de Partidos Por La Democracia. Ella no incluía al Partido Comunista, a quienes marginaban por su opción de mantener la lucha del pueblo en todas sus formas. Comenzaba a recorrerse un camino de esperanza, amparados en la mirada crítica de Estados Unidos respecto al régimen dictatorial de Pinochet.


La dictadura se preocupó de elaborar la Constitución de 1980, hecha a la medida de sus intereses y plebiscitada y aprobada por la ciudadanía bajo un régimen opresor, que le permitió a Pinochet permanecer al mando de la Nación hasta el año 1989 y organizar un plebiscito para buscar su ratificación hasta el año 1997. Este plebiscito se fijó para el día 5 de octubre del año 1988, ya hace 20 años.


Sectores importantes de la sociedad miraban este ejercicio ofrecido por Pinochet sólo como una manera burda de legitimar su permanencia en el poder hasta el año 1997, al no haber garantías mínimas que indicasen la transparencia del acto. La dictadura ideó este plebiscito para ganarlo. Entre los opositores organizados al régimen comenzó la batalla por motivar a la gente a inscribirse en los registros electorales, lo cual era requisito para votar ese 5 de octubre. Se pretendía lo imposible: derrotar a la dictadura dentro de sus reglas.


El plebiscito, llamado a realizarse por el mismo Agusto Pinochet, llevó al 92% de los inscritos a las urnas, de los cuales un 56% de ellos se pronunció por el No; el 44% apoyó la opción Si. El triunfo del NO -ya claramente definido a eso de las 21 horas del día del 5 de octubre- había sido trabajosamente conseguido. Pocos de los millones de electores supieron que ese día 5 de octubre, mientras se realizaba el escrutinio de la votación, personeros de todos los sectores negociaban, en primer lugar, que la dictadura respetara la decisión de las urnas y que permitieran un desenlace normal del proceso. Hasta último momento la dictadura intentó desconocer su derrota. Los generales tenían sus tropas dispuestas. Los Estados Unidos, que habían puesto al dictador en el poder, ahora le quitaban su apoyo.


La propuesta que la Concertación hacía al pueblo de Chile cuando se consolidaba como la fuerza triunfante de aquella recordada batalla del No contra el Sí, tenía un fuerte contenido de esperanza, de futuro, era el bosquejo de la recuperación de la libertad, de la restauración de los derechos conculcados, de justicia por lo miles de crímenes cometidos por aquellos que abusaron del poder absoluto, era la encarnación del más grande acontecimiento para el pueblo de Chile, de la semilla que había sembrado Allende. Eso era lo que representaba la Concertación de Partidos por la Democracia.


Qué queda hoy de ese sueño.

A 20 años de ese acontecimiento, miro el triunfo del NO con nostalgia, por lo que significó la lucha para poder ganar ese plebiscito que cambió el curso de la historia del país. El triunfo e aquella jornada se basó, fundamentalmente, en el empeño que pusieron esos miles de chilenas y chilenos anónimos que dieron la lucha en las calles, en las poblaciones, universidades, exponiendo sus vidas en cada jornada y acción de protesta. Fue una contienda realmente difícil en donde también las cúpulas partidistas se unieron por encima de diferencias coyunturales, incluso diferencias ideológicas, anteponiendo los intereses del país y el rescate de su democracia perdida.


Ya van transcurridos 20 años de la nueva democracia. Aún se nos dice que estamos en un período de transición a la democracia plena. Aún vivimos marcados por la huella profunda de la dictadura. Es decir, el Chile de hoy es la construcción hecha por la dictadura. Las cuestiones pendientes, que surgen una y otra vez y que el gobierno trata de parchar buscando una solución que resulte en alguna suerte de unidad nacional que borre los agravios, los rencores, resentimientos y las demandas de justicia, incluyendo la reparación de los daños cuando sea posible, no parece encontrar una fórmula satisfactoria para las partes.


Chile está hoy en pleno proceso de desarrollo, vivimos en un Estado de derecho, la gente goza de las libertades que le corresponde y la vida en sociedad se realiza de manera adecuada. Pero, ello no significa de ninguna manera que importantes carencias hayan sido erradicadas. Los niveles de cesantía no retroceden. La última cifra oficial de cuenta de un 8.2% de cesantes; en algunas regiones alcanza esta cifra a un 15% "y, en consecuencia, nos sigue acompañando un nivel de pobreza que no es tolerable. Las dificultades en la atención de salud son increíbles. La educación es regida por la ley de oferta y demanda, donde el mercado decide el destino de miles de jóvenes que se levantan una y otra vez por mejoras en la educación. La falta de sindicalización de parte de los trabajadores al ver una organización y sus dirigentes más pendientes de los problemas ajenos a sus organizaciones de base. Los partidos políticos son las organizaciones que mayor rechazo generan en la población, según aparece en todos los estudios de la sociedad que se publican.


La idea de que hay simplemente errores que deben ser reconocidos es muy liviana: la realidad es que hay vencedores y vencidos y el país es la hechura de los vencedores, amparados, principalmente, en las garantías que les ofrece la actual Constitución.


Un país que se rige por una constitución pensada, diseñada y aprobada en beneficio de aquellos que detentan el poder carece de autoridad moral. La elaboración de una nueva Carta Fundamental se planteaba como una de las prioridades que debía regir al País después de la dictadura. Era y es la piedra angular para iniciar una auténtica democracia. Los países vecinos de la región que lograron sacudirse de tiranías y gobiernos nefastos plantearon esta cuestión como primera prioridad. Tenemos el ejemplo de Chávez en Venezuela, Evo morales en Bolivia, y más recientemente, Rafael Correa en Ecuador, donde después de alcanzar el gobierno en las urnas se llamo a la población a decidir sobre la Carta que regiría sus destinos, con gran participación ciudadana y en todos ellos, la decisión de una nueva Constitución fue aprobada por amplia mayoría. Estos gobernantes tuvieron la voluntad política de cumplir aquello que fue la bandera de lucha de sus respectivas campañas. Y ese hecho las otorga la calidad moral para plantearse ante sus respectivos pueblos.


La particularidad de la actual democracia chilena no es solamente que sea restringida como dicen los juristas, tutelada como plantea algún historiador, cautiva como afirman ciertos sociólogos, “mejor que nada” como sugieren algunos políticos o la garantía de la paz social como dice la derecha, lo más grave, es que está diseñada para proteger y perpetuar un determinado régimen económico y político, basada en un sistema electoral que excluye a las minorías y que permite el reparte de cargos de representación popular a los mismos de siempre. Un sistema binominal que permite que aquellos que obtengan un 34% elijan los mismos cargos de aquellos que alcanzan un 60%.


En la práctica, no hay ninguna diferencia entre las políticas económicas y políticas de la Concertación de Partidos por la Democracia y los partidos de oposición, Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI), partidos ambos que formaron parte activa en la dictadura, hoy agripados en la Alianza por Chile


En estas condiciones, a la luz de una nueva elección, cabe preguntarse ¿Qué utilidad puede prestar el voto en Chile para posibilitar cambios reales?: muy pocas o ninguna. En su efecto práctico el voto valdrá sólo para elegir entre una camisa amarilla o una celeste, y punto. Cualquier cosa que se quiera decir en contrario, será charlatanería Como si esto fuera poco, no durante el gobierno militar, sino en el de la Concertación, se dio el hecho insólito de disminuir la duración del cargo de Presidente de la República de 6 a 4 años, sin reelección, transformándolo así en un personaje de paso, con lo cual se restringe el horizonte de tiempo para provocar cambios reales, dejándole reservado, en los hechos, una función de mero administrador de todo aquello que se encuentra ya perfectamente oleado y sacramentado. Resultado: Grave limitación, por no decir imposibilidad, mediante el voto para provocar cambios reales lo que genera una legítima y comprensible apatía y ausentismo electoral (más de tres millones de no inscritos que hace rato ya cayeron en la cuenta de que no tiene sentido participar de estos procesos. ¿Votar para qué?, desencanto generalizado por la política, fortalecimiento cada vez más de una economía empresarial manejada por minorías, intangibilidad del modelo económico, burla de los derechos políticos de los chilenos transformándolos en una mera ficción, el más absoluto desprecio por la soberanía popular, simular permanentemente un juego que la gente va percibiendo como un gigantesco engaño. Si sumamos a esto la cantidad de gente que estando inscrita novota; muchos tantos votan en blanco o nulo, muy pronto veremos que la gente que está fuera de este sistema será mayoría.


Resulta contradictorio observar que mientras buena parte de los pobres están fuera del mercado de bienes y servicios de calidad, lejos del mercado financiero y de consumo de las clases adineradas, son cooptados sin embargo por el mercado electoral y transformados en masa de maniobra de una democracia que usa a las mayorías para privilegiar a las minorías. Los pobres votan en un sistema organizado para privilegiar a las minorías, minorías que conducen el modelo, el cual crea y recrea a diario mayores problemas a las clases humildes, así resulta la paradoja que los pobres, pese a quedar fuera del mercado de bienes y servicios de calidad, son atrapados por el mercado electoral para que voten contra ellos mismos.


Para que no quepa la posibilidad de resultados electorales sorpresivos que pudieran cambiar los fórceps impuestos en la Constitución y el sistema electoral, se diseñaron las restricciones a la democracia. Las restricciones no son otra cosa que una trampa al voto. Periódicamente el pueblo chileno se enfrenta a elecciones donde su opinión poco vale, mejor aún, donde su opinión no decide, sólo escoge y crucifica su voluntad a favor de un candidato que viene previamente formado en torno a la inmovilidad del sistema. En cada elección se ofrecen cambios, siempre que no cambie nada.


Hoy día nuestro país se ve inundado por la propaganda electoral, enfrentado a una nueva elección municipal, que no tiene otro valor que ser la antesala de la elección presidencial del próximo año. El partido Comunista, dentro del pacto Juntos Podemos, que suma al PC, a los humanistas, la Izquierda Cristiana y grupos menores o nuevos que basaban su lucha y enarbolaban sus banderas combativas en contra del sistema Neoliberal, que es la ruta de este gobierno y los que vendrán, se suma mediante un pacto electoral a la Concertación, que terminará, que duda cabe, en entregar su voto al próximo candidato presidencial de este conglomerado.


Aquellos que manteníamos viva nuestra utopía de una sociedad distinta nos estamos quedando sin nada. El 5 de octubre debiera ser un día de celebración de la gente que creyó en la esperanza de un Chile mejor y dijo NO al dictador. Hoy nuestro país muestra los peores índices a nivel mundial de la mala distribución de la riqueza, y somos el país más triste de América latina.


Recién, después de treinta y cinco años del asesinato del sacerdote español, Miguel Wooward, en el buque más emblemático de la Armada Nacional, la Esmeralda, se están citando a los tribunales de justicia a los culpables y responsables de este hecho; a quienes lo detuvieron allá en el cerro Los Placeres, en Valparaíso, lo torturaron y lo asesinaron Y esto se logró a la lucha de más de treinta años de quienes fueron sus amigos y sus familiares.


El próximo año tendremos elecciones presidenciales, donde la derecha aparece con gran ventaja según todos los sondeos de opinión, y no por meritos propios, sino por los actos de corrupción que envolvieron los gobiernos concertacionistas, principalmente de quien era la carta de garantía de estos gobiernos: don Ricardo Lagos.


Se está levantando la candidatura presidencial del ex presidente Eduardo Freí. Su mejor carta de presentación, y así lo presentan: en su gobierno no hubo corrupción.

Qué lejos quedó el espíritu que nos animó ese 5 de octubre del 1988.