miércoles, 7 de marzo de 2012

SITUACIÓN DE LA MUJER
EN EL CHILE ACTUAL

“La mujer ha sido considerada históricamente como un sector atrasado de la sociedad, apoyada esta posición por la ingerencia histórica de la iglesia católica en nuestro país”.

Por: Jorge Rubio Cárcamo

A mediados del siglo 20 un gran porcentaje de las familias chilenas, un 85%, eran familias obreras y campesinas. En éstas, las mujeres realizaban las tareas del hogar, única y exclusivamente. La incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar estuvo jalonada de múltiples dificultades. Por un lado, con una tasa de analfabetismo mayor que la de los hombres, lo que la hacía estar en inferioridad de condiciones a la hora de conseguir un trabajo. Por otra parte, las mujeres con hijos no tenían facilidades de infraectucturas que les permitiesen dejar su hogar para incorporarse al mundo laboral, a la par que se carecía de suficientes plazas escolares para todos los niños, menos, por supuesto, para los hijos de los trabajadores y campesinos. La burguesía no hacia nada para mejorar esta situación, en la medida que le interesaba mantener a la mujer en su nicho dedicada a las tareas del hogar y a la procreación, imprescindibles para la reposición de la fuerza de trabajo obrera. A pesar de todas estas dificultades, la población activa femenina fue aumentando progresivamente, según se iban desarrollando los procesos de industrialización y urbanización, y ya las mujeres jóvenes y solteras emigraban a las ciudades buscando un empleo remunerado y una independencia económica difícil de encontrar en el campo. La legislación de entonces no brindaba ningún tipo de protección a la mujer viuda. Cuando el marido moría la mujer se veía obligada a trabajar para sacar adelante a sus familias, porque no existía ningún tipo de pensión de viudedad. Por otra parte, las mujeres casadas se encontraban con más dificultades aun: la ley indicaba que ésta debía contar con el permiso de su marido para poder trabajar, no podían disponer libremente de su salario, y si el marido se oponía a que la mujer cobrase el salario, lo podía cobrar él directamente, e, incluso, si se separaban judicialmente el marido seguía teniendo el derecho a cobrar el salario de la mujer. Dos tercios de las mujeres asalariadas eran trabajadoras temporales, o estaban en el servicio doméstico, y, por cierto, carecían de todo tipo de derechos laborales, y el otro tercio restante eran obreras cualificadas, fundamentalmente, en el sector textil y vestuario. En cuanto a derechos laborales la legislación existente en ese momento concedía pocos derechos a las mujeres, por no decir que ninguno.

Situación relativa de nuestro País

De acuerdo al último Censo efectuado en nuestro país, el año 2002, en Chile un 46,7% de las mujeres entre 25 y 54 años participaban laboralmente. Esta cifra es muy baja si se le compara con países desarrollados como EE.UU., Suecia, Dinamarca o Alemania, donde las tasas de participación laboral femenina son cercanas al 80%. Si se compara con otros países latinoamericanos vemos que esta cifra es menor que en varios de ellos.

En términos relativos, esto es, comparado con otros países, Chile aparece como un país poco proclive al trabajo de la mujer fuera del hogar. De los 24 países cubiertos (Encuesta mundial sobre Familia, ISSP), Chile ocupa el lugar 23; sólo Filipinas aparece como menos proclive que Chile al trabajo de la mujer fuera del hogar.

Situación de la mujer trabajadora en el Chile actual

Una de las mayores injusticias por las que atraviesan las personas de género femenino es la diferencia que se produce con la mujer y el empleo, ya que aún no se han adquirido los mismos derechos que los hombres. El trabajo de la mujer y el hombre es igual pero no es tratado como tal. No sólo no acceden a los mismos puestos de trabajo, sino que no reciben iguales remuneraciones en trabajos similares.

“Las mujeres profesionales tienen sueldos 23% más bajos que los hombres”

Un estudio realizado por el investigador del Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile, Patricio Meller, concluyó que las diferencias de salario entre hombre y mujeres son de 23% en promedio, en beneficio de los hombres, pero varían mucho según la carrera.
La investigación analizó a los titulados de nueve carreras profesionales y comparó sus sueldos durante 4 años. De este estudio se desprenden algunas conclusiones interesantes:

• Las contadoras ganaban 34% menos que los hombres.

• Las mujeres agrónomas ganaban un 31% menos que sus pares masculinos. Como contrapartida, las periodistas sólo tenían diferencias de 10% respecto de los hombres.

• Uno de los puntos que destaca este estudio, es que en todas las profesiones analizadas entre el tercer y el cuarto año de trabajo aumenta la brecha de salarios. El estudio plantea que esto se puede deber a que al cuarto año se producen los primeros ascensos, y las mujeres no son promovidas al tiempo que comienzan a tener hijos.

• El análisis sobre brecha salarial y carreras consideró también cuál es la proporción de mujeres en 60 carreras universitarias. Si se miran las 10 con mayor presencia femenina, se aprecia que son profesiones con sueldos bajos.
Por ejemplo, en Educación Parvularia, el 99,8% de los titulados son mujeres, y sus ingresos se ubican en el penúltimo lugar en términos de ingresos, entre las 60 carreras analizadas.

Las diferencias de género son una constante en muchos países de América Latina, y a pesar del trabajo que realizan algunas organizaciones a favor de los derechos humanos, y particularmente de la mujer, trabajan para que la historia de la mujer y el trabajo deje atrás las desigualdades remunerativas. Las mujeres siguen siendo blanco de acoso sexual, de discriminación, de violencia laboral y de otros abusos que se producen en distintas situaciones con el hombre y la mujer en el trabajo. El problema es que muchas de estas situaciones no son conocidas o denunciadas, por lo que miles de mujeres en todo el mundo sufren este tipo de situaciones sin ser defendidas o protegidas. Si bien la legislación laboral de las últimas décadas intenta atenuar la posición desfavorable de la mujer, en la mayoría de los casos, no trasciende el plano formal y estos intentos se convierten prontamente sólo en figuras decorativas.

El modelo económico neoliberal aplicado en nuestro país afecta, principalmente, a la población femenina de los sectores más excluidos. En este contexto, las mujeres funcionan como fuerza laboral secundaria y marginal utilizada por el sector empresario para bajar los costos de producción. La pobreza y las políticas de ajuste impactan de manera directa en la participación de las mujeres en el mercado de trabajo. Esto lo podemos constatar fácilmente día a día al ver la creciente oferta de trabajadoras mujeres, de baja calificación y con poca experiencia laboral, que salen a buscar trabajo como recurso para compensar una situación familiar de carencia extrema. Como en otros países en desarrollo, las mujeres constituyen la mayoría de los pobres, fenómeno conocido como "feminización de la pobreza".

En América Latina asoman estos últimos años líderes femeninas que alcanzan, incluso, las primeras magistraturas en sus respectivos países, y nuestro país no fue la excepción. Esto que asoma como una masificación de la representación popular por la vía democrática, abarcando, incluso, al mundo femenino, no es tal, pues ellas no representan al grueso de las mujeres, sino que representan a su propio mundo, herederas de las monarquías y castas sociales representadas por sus apellidos, lejos de las realidades de las mujeres que deben enfrentar las vida día a día con todas sus dificultades. El mundo político no es ajeno a esta discriminación de las mujeres.

Si la ex presidenta Bachelet fuera mapuche, tenga la seguridad que jamás hubiera sido presidenta. Quizás hoy estaría en la ONU denunciando la situación de la mujer mapuche en Chile.

Esta condición de menoscabo de las mujeres trabajadoras respecto a sus pares masculinos no cambiará por si solo. En la medida que cada cual sepa de sus derechos y exija su cumplimiento cabal la situación deberá ir variando. Escuchen las voces que nos trae el viento.